Viena
Austria
es un pequeño país ubicado en el centro de Europa. En él viven 8,3 millones de
personas y cuenta con una historia impresionante.
La dinastía de los Habsburgo logró
expandir su poderío por todo el mundo gracias a su rigurosa práctica
diplomática y a la unión de sus herederos con los de otras familias reales del
continente. Fue así como llegaron a los tronos de España, Croacia, Alemania,
Portugal, Bohemia, Hungría y hasta el Imperio Mexicano.
Sin embargo, la posición geográfica
que tanto benefició a Austria durante los muchos siglos gloriosos, le resultó
dolorosamente inoportuna durante el siglo XX, en el que dos guerras mundiales
se encargaron de acabar con el Imperio y recortar el territorio hasta dejar un
pedazo de tierra de poco más de una Costa Rica y media de tamaño (u
83 800km2), además de enormes pérdidas económicas y una
desgarradora cantidad de pérdidas humanas.
Aún así, hoy Austria ha alcanzado
estándares de vida envidiables y ha logrado desarrollar una sociedad muy
ordenada y trabajadora que le ha permitido establecer grandes beneficios para
sus habitantes, como las maravillosas cinco semanas de vacaciones que reciben
los trabajadores cada año.
Es un país brillante y hermoso. Los
austriacos han sabido cuidar su tierra, su historia, su legado y sus lecciones,
y le presentan al mundo una joya indescriptible.
La ciudad capital, Viena, es un
ejemplo de perfección. En mi libro de viajes leí que si Nueva York era llamada
la Gran Manzana, Viena debería ser considerada un gran pastel de bodas.
Les cuento, los pasteles de bodas
más hermosos son un desastre a la par de esta ciudad. Impecables edificios
sobre impecables calles rodean impecables parques frente a palacios
magníficamente preservados.
El mantenimiento que le han dado a
su legado es tan detallado, que las oficinas presidenciales están ubicadas en
las mismas habitaciones que María Teresa utilizó en vida.
Ese dato me impresionó tanto que la
guía del museo dedicó un par de minutos extra en un descanso mental para que yo
pudiera seguir recibiendo información en la siguiente habitación del palacio.
Y si la ciudad y su historia son tan
impecables, ¿cómo es la gente? Digamos que no me alcanzaría la vida para
abrazar y agradecerle apropiadamente a cada uno de los maravillosos habitantes
con los que me topé.
En lo más alto de la lista se
encuentran Matthias y Vivien, quienes me aceptaron en su precioso apartamento y
compartieron conmigo tanto como dos noches nos pudo permitir.
Matthias es increíble, trabaja en
los Balcanes con proyectos de emprendedurismo para jóvenes y viaja
constantemente entre Austria, donde estudia, y Rumanía, donde vive su novia y
desarrolla su proyecto.
Y Vivien es una joven húngara que
llegó a Austria con la esperanza de empezar de nuevo después de vivir en otros
tres países. Durante mi estadía estaba enferma, así que cuando tomamos la
fotografía de despedida, tuve que prometerle que no la publicaría. Me guardo el
recuerdo.
Llegué a Viena un martes al medio
día y me fui el jueves a las ocho de la mañana, apenas pasé a darle un besito y
continuar mi camino. Me arrepiento, esa ciudad merece ser disfrutada por mucho
más tiempo.
Durante mi primera tarde y noche
caminé en el centro de la ciudad y conocí la Catedral de San Esteban. Cuando
entré, alcé los hombros. Naturalmente, una ciudad tan bonita debía tener una
catedral así de bella.
Pequeña, comparada con otras como
San Pedro en El Vaticano o Notre-Dame en París, pero también lo es Viena y deja
el clarísimo mensaje de que una obra no debe ser monumental o escandalosa para
cautivar a cada visitante.
Miércoles 30 de enero de 2013
Mi día en Viena fue tan deslumbrante
que en un momento me senté en un parque a procesar toda la información y
digerir tanta belleza.
Inicié mi recorrido en el Palacio de
Schönbrunn, donde aprendí muchísimo sobre los Habsburgo, sobre las
negociaciones y enlaces matrimoniales con otras casas reales de Europa y el
reinado de María Teresa. Dentro del museo no se puede tomar fotografías.
Conocer un palacio completo, piezas
originales de la vida de la familia imperial, las habitaciones donde comían,
dormían, mantenían reuniones secretas y tomaban decisiones que cambiaban el
rumbo de la historia es una delicia para el gusto histórico y una fiesta para
la vista.
El palacio forma parte de un
complejo que incluye un zoológico y grandes jardines con vistas hacia la
ciudad.
Después me perdí un rato pero lo
disfruté muchísimo. Cuando estaba en una esquina, con mi mapa abierto y
localizando la calle en la que estaba, un vienés que en ese momento se
ejercitaba corriendo por las inmediaciones del palacio, se detuvo y me preguntó
si necesitaba ayuda, me indicó el camino correcto, me deseó una linda estadía
en Austria y continuó. Vivo conmovido por ese gesto.
Luego volví al centro de la ciudad y
devoré el museo de Sisí y los apartamentos del Káiser, recorrí el resto del
complejo de museos sin tiempo para vistarlos y caminé de regreso a la plaza de
la Catedral donde debía encontrarme con Matthias para nuestra cena pakistaní.
En los apartamentos del Káiser y el
museo de Sisí tampoco se pueden tomar fotografías, una regla que acepté con una
sonrisa de egoísta consentido.
Los edificios en los que están estos
apartamentos forman parte de un gran complejo donde residía la familia real
durante el invierno. Está tan bien construida que aún en pleno invierno era
posible caminar sin abrigos y sin ningún sistema de calefacción. Contraté el
servicio de guía para el recorrido y lo haría otra vez.
La guía era una joven entusiasta de
la historia de su país que no ocultaba sus emociones. Se le salió un suspiro de
asombro cuando supo que era costarricense y me regalaba sonrisas enormes cuando
le respondía a sus trivias y le hacía detenerse en una habitación a contestarme
preguntas.
La interrogué sobre la participación
los Habsburgo en el Imperio Mexicano y casi tenemos que sentarnos para escuchar
todo lo que me contó. La mayor parte se puede encontrar en los libros de
historia, pero incluyó algunos datos curiosos que me hicieron carcajear frente
al mismo retrato de Maximiliano y su loca esposa, Carlota.
El recorrido incluye visitas al
comedor donde está acomodada, en el orden original, una de las vajillas que la familia
imperial utilizó durante sus cenas privadas. También se puede recorrer la
oficina del káiser y las habitaciones donde se firmaron acuerdos tan
importantes como el que dio fin a la monarquía en Austria y dio paso a la era
republicana.
Cuando salí del palacio, justo
debajo de las oficinas presidenciales, me encontré de frente con una multitud
con pancartas y altavoces. “Quítese de su camino, Marco Adrián, quítese,
quítese…”
Pero Marco Adrián parecía
paralizado. En algún momento saltó, esquivó y se disculpó en tres idiomas hasta
alcanzar un parque y observar desde los arbustos lo que ocurría.
Era una manifestación tranquila, directa
y clara. Pero en alemán y no entendí nada. (En la noche, cuando iba en el metro
con mi anfitrión, uno de los manifestantes nos explicó que el sector Salud
deseaba una mejoría en su sistema salarial)
Cuando decidí ignorar la
manifestación, di media vuelta y casi caigo de espaldas. Un parque, tranquilo y
vacío, me regalaba un paisaje sin comparación. Caminé por sus delicados senderos
y me senté en el centro a disfrutar del día tan maravilloso que estaba
viviendo.
Al atardecer caminé hasta la
Catedral de San Esteban, pasé por una colorida y llamativa zona comercial y
unas reposterías con tantas opciones que uno se queda sin idiomas con qué
ordenar.
Al frente de la Catedral hay una
pequeña plaza y ahí esperé. Matthias había propuesto ir a cenar a un
restaurante donde servían comida pakistaní y uno pagaba lo que creía justo
cuando hubiera terminado. Masqué chicle y me dejé llevar por la imagen de la
fachada de la Catedral.
Es asimétrica y en cuanto lo
detecté, se me activaron todos los tics heredados de mi adolescencia. En un
lado hay una ventana circular y en el otro, donde debería estar su contraparte,
hay una escultura. Los escudos que decoran un lado no están en el otro, y donde
hay dos ventanas, del otro lado solo hay una. Si me hubiera quedado más tiempo
detectando aquellas diferencias, me hubiera convertido en el Loco de San
Esteban y hubiera empezado a gritar en español que aquello estaba mal.
Algunos enloquecen viendo partidos
de futbol en la sala de su casa, y yo enloquezco en medio Viena, déjenme vivir.
Una relación fugaz
Pero justo antes de perder la razón,
un joven de un intenso color chocolate con canela (no sé cómo describirlo) y
ojos claros me saludó de frente.
- Hi –
mirada fija.
- He…
hello… - titubeos infantiles.
Luego me señaló la banca a la par nuestra y
nos sentamos. Se presentó pero olvidé su nombre y me dijo algo sobre mi
cabello. Sus ojos nunca dejaron los míos y su sonrisa era devastadoramente
hermosa.
La asimétrica mirada de San Esteban no me
importó y hablé con él un rato. Buscaba trabajo en Viena y si no lograba
encontrar algo estable, volvería a Egipto.
- ¿Puedo
invitarlo a cenar? – mirada cautivadora.
- No.
Desilusión.
Creo que no creyó lo que escuchó y me hizo
repetirlo. Le expliqué que ya tenía planes y que saldría de Austria al día
siguiente. Su mirada empezó a saltar de un lado a otro y su sonrisa
desapareció.
Incomodidad.
La Catedral probablemente se carcajeó de la
asimetría de aquella pareja y siguió luciendo sus ventanas impares con orgullo
vienés mientras aquel par de extranjeros pensaban en qué decir a continuación.
Naturalmente, yo estaba mudo. El egipcio
volvió a intentarlo y lo volví a rechazar. Propuso una cerveza después de la
cena, salir a bailar o incluso solo tomar el postre… Le rechacé todas las
invitaciones con mi terca seguridad y el necio tono autoritario que se me sale
cuando he tomado una decisión e insisten en cambiármela. Soy incorregible.
Con su dulce voz y un acento agradable me
deseó suerte y una linda noche. Me regaló una mirada más y con una sonrisa
triste se levantó y se fue. Creo que no tengo corazón.
Matthias
Mi anfitrión llegó algunos segundos después y
empezamos a caminar. Me llevó por unos tranquilos atajos de calles adoquinadas
que despertaban con el eco de nuestros pasos.
Finalmente tuvimos la ocasión para conversar.
Este vienés es fascinante. Su trabajo en los Balcanes es interesantísimo y le
llena de emoción. Se nota que ama lo que hace.
Además, se mostró interesado por mi historia
y parece que compartimos muchos puntos de vista. Cuando ordené nuestra segunda
cerveza grande en alemán y él trajo el postre, ya tocábamos temas al azar que
iban desde el futbol a los derechos humanos y nuestras respectivas carreras.
Al regresar a casa ya era hora de despedirse,
al día siguiente me iría antes de las 7:00am hacia mi siguiente parada.
Así que también era hora de las fotografías.
De las tres personas que viven con Matt, solo conocí a dos. Una es Vivien y la
otra es… un maniquí. Pero no le llamen así, Matthias cree fielmente en que ella
se viste sola y elige su equipo favorito de futbol por sí misma. Es muy
respetuosa, eso sí, dormimos en la misma habitación y me trató de la mejor
manera.
Saliendo de Austria
Si Matthias no me despierta, habría perdido
mi bus. El despertador del iPod estaba programado pero no activado y ya mi
cuerpo pedía descanso. Desperté, me alisté en minutos, casi me tiro al suelo a
agradecerle a Matthias por ser tan increíblemente amable y generoso conmigo, me
monté la mochila encima y salí.
En el espejo del pasillo les dejé una postal
con un mensaje. A Matthias le encantan las postales y supe que sería una linda
manera de representar mi gratitud.
Llegué a tiempo a la estación, la señora me
regañó por no llevar el tiquete impreso pero aceptó verlo en el iPod y me
senté. Aquel bus atravesaría lo que durante la Guerra Fría fue denominada la
Cortina de Hierro y me dejaría en un país relativamente nuevo en una tierra
muy, muy vieja.
* * * * * * * *
Índice
Enlaces directos a cada capítulo del recorrido:
Capítulo II: Viena, Austria
Capítulo IV: Berlín, Alemania
Capítulo V: Oslo, Noruega
Capítulo VI: ISFiT 2013 – Trondheim, Noruega
Capítulo VII: Neubrandenburg y Hamburgo, Alemania
Capítulo VIII: París, Francia
Capítulo IX: Ámsterdam, Holanda
Capítulo X: Regreso a casa y Conclusiones
The English version will be published at the same time in a separate note. [La versión en inglés será publicada al mismo tiempo en una nota separada.]
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