jueves, 21 de marzo de 2013

Europa 2013 - Capítulo II: Viena, Austria




Viena
Austria es un pequeño país ubicado en el centro de Europa. En él viven 8,3 millones de personas y cuenta con una historia impresionante.
            La dinastía de los Habsburgo logró expandir su poderío por todo el mundo gracias a su rigurosa práctica diplomática y a la unión de sus herederos con los de otras familias reales del continente. Fue así como llegaron a los tronos de España, Croacia, Alemania, Portugal, Bohemia, Hungría y hasta el Imperio Mexicano.
            Sin embargo, la posición geográfica que tanto benefició a Austria durante los muchos siglos gloriosos, le resultó dolorosamente inoportuna durante el siglo XX, en el que dos guerras mundiales se encargaron de acabar con el Imperio y recortar el territorio hasta dejar un pedazo de tierra de poco más de una Costa Rica y media de tamaño (u 83 800km2), además de enormes pérdidas económicas y una desgarradora cantidad de pérdidas humanas.
            Aún así, hoy Austria ha alcanzado estándares de vida envidiables y ha logrado desarrollar una sociedad muy ordenada y trabajadora que le ha permitido establecer grandes beneficios para sus habitantes, como las maravillosas cinco semanas de vacaciones que reciben los trabajadores cada año.
            Es un país brillante y hermoso. Los austriacos han sabido cuidar su tierra, su historia, su legado y sus lecciones, y le presentan al mundo una joya indescriptible.
            La ciudad capital, Viena, es un ejemplo de perfección. En mi libro de viajes leí que si Nueva York era llamada la Gran Manzana, Viena debería ser considerada un gran pastel de bodas.
            Les cuento, los pasteles de bodas más hermosos son un desastre a la par de esta ciudad. Impecables edificios sobre impecables calles rodean impecables parques frente a palacios magníficamente preservados.
            El mantenimiento que le han dado a su legado es tan detallado, que las oficinas presidenciales están ubicadas en las mismas habitaciones que María Teresa utilizó en vida.  
            Ese dato me impresionó tanto que la guía del museo dedicó un par de minutos extra en un descanso mental para que yo pudiera seguir recibiendo información en la siguiente habitación del palacio.
            Y si la ciudad y su historia son tan impecables, ¿cómo es la gente? Digamos que no me alcanzaría la vida para abrazar y agradecerle apropiadamente a cada uno de los maravillosos habitantes con los que me topé.
            En lo más alto de la lista se encuentran Matthias y Vivien, quienes me aceptaron en su precioso apartamento y compartieron conmigo tanto como dos noches nos pudo permitir.
            Matthias es increíble, trabaja en los Balcanes con proyectos de emprendedurismo para jóvenes y viaja constantemente entre Austria, donde estudia, y Rumanía, donde vive su novia y desarrolla su proyecto.
            Y Vivien es una joven húngara que llegó a Austria con la esperanza de empezar de nuevo después de vivir en otros tres países. Durante mi estadía estaba enferma, así que cuando tomamos la fotografía de despedida, tuve que prometerle que no la publicaría. Me guardo el recuerdo.
            Llegué a Viena un martes al medio día y me fui el jueves a las ocho de la mañana, apenas pasé a darle un besito y continuar mi camino. Me arrepiento, esa ciudad merece ser disfrutada por mucho más tiempo.
            Durante mi primera tarde y noche caminé en el centro de la ciudad y conocí la Catedral de San Esteban. Cuando entré, alcé los hombros. Naturalmente, una ciudad tan bonita debía tener una catedral así de bella.
            Pequeña, comparada con otras como San Pedro en El Vaticano o Notre-Dame en París, pero también lo es Viena y deja el clarísimo mensaje de que una obra no debe ser monumental o escandalosa para cautivar a cada visitante.


Miércoles 30 de enero de 2013
            Mi día en Viena fue tan deslumbrante que en un momento me senté en un parque a procesar toda la información y digerir tanta belleza.
            Inicié mi recorrido en el Palacio de Schönbrunn, donde aprendí muchísimo sobre los Habsburgo, sobre las negociaciones y enlaces matrimoniales con otras casas reales de Europa y el reinado de María Teresa. Dentro del museo no se puede tomar fotografías.
            Conocer un palacio completo, piezas originales de la vida de la familia imperial, las habitaciones donde comían, dormían, mantenían reuniones secretas y tomaban decisiones que cambiaban el rumbo de la historia es una delicia para el gusto histórico y una fiesta para la vista.
            El palacio forma parte de un complejo que incluye un zoológico y grandes jardines con vistas hacia la ciudad.
            Después me perdí un rato pero lo disfruté muchísimo. Cuando estaba en una esquina, con mi mapa abierto y localizando la calle en la que estaba, un vienés que en ese momento se ejercitaba corriendo por las inmediaciones del palacio, se detuvo y me preguntó si necesitaba ayuda, me indicó el camino correcto, me deseó una linda estadía en Austria y continuó. Vivo conmovido por ese gesto.
            Luego volví al centro de la ciudad y devoré el museo de Sisí y los apartamentos del Káiser, recorrí el resto del complejo de museos sin tiempo para vistarlos y caminé de regreso a la plaza de la Catedral donde debía encontrarme con Matthias para nuestra cena pakistaní.
            En los apartamentos del Káiser y el museo de Sisí tampoco se pueden tomar fotografías, una regla que acepté con una sonrisa de egoísta consentido.
            Los edificios en los que están estos apartamentos forman parte de un gran complejo donde residía la familia real durante el invierno. Está tan bien construida que aún en pleno invierno era posible caminar sin abrigos y sin ningún sistema de calefacción. Contraté el servicio de guía para el recorrido y lo haría otra vez.
            La guía era una joven entusiasta de la historia de su país que no ocultaba sus emociones. Se le salió un suspiro de asombro cuando supo que era costarricense y me regalaba sonrisas enormes cuando le respondía a sus trivias y le hacía detenerse en una habitación a contestarme preguntas.
            La interrogué sobre la participación los Habsburgo en el Imperio Mexicano y casi tenemos que sentarnos para escuchar todo lo que me contó. La mayor parte se puede encontrar en los libros de historia, pero incluyó algunos datos curiosos que me hicieron carcajear frente al mismo retrato de Maximiliano y su loca esposa, Carlota.
            El recorrido incluye visitas al comedor donde está acomodada, en el orden original, una de las vajillas que la familia imperial utilizó durante sus cenas privadas. También se puede recorrer la oficina del káiser y las habitaciones donde se firmaron acuerdos tan importantes como el que dio fin a la monarquía en Austria y dio paso a la era republicana.

            Cuando salí del palacio, justo debajo de las oficinas presidenciales, me encontré de frente con una multitud con pancartas y altavoces. “Quítese de su camino, Marco Adrián, quítese, quítese…”
            Pero Marco Adrián parecía paralizado. En algún momento saltó, esquivó y se disculpó en tres idiomas hasta alcanzar un parque y observar desde los arbustos lo que ocurría.
            Era una manifestación tranquila, directa y clara. Pero en alemán y no entendí nada. (En la noche, cuando iba en el metro con mi anfitrión, uno de los manifestantes nos explicó que el sector Salud deseaba una mejoría en su sistema salarial)
            Cuando decidí ignorar la manifestación, di media vuelta y casi caigo de espaldas. Un parque, tranquilo y vacío, me regalaba un paisaje sin comparación. Caminé por sus delicados senderos y me senté en el centro a disfrutar del día tan maravilloso que estaba viviendo.
            Al atardecer caminé hasta la Catedral de San Esteban, pasé por una colorida y llamativa zona comercial y unas reposterías con tantas opciones que uno se queda sin idiomas con qué ordenar.
            Al frente de la Catedral hay una pequeña plaza y ahí esperé. Matthias había propuesto ir a cenar a un restaurante donde servían comida pakistaní y uno pagaba lo que creía justo cuando hubiera terminado. Masqué chicle y me dejé llevar por la imagen de la fachada de la Catedral.
            Es asimétrica y en cuanto lo detecté, se me activaron todos los tics heredados de mi adolescencia. En un lado hay una ventana circular y en el otro, donde debería estar su contraparte, hay una escultura. Los escudos que decoran un lado no están en el otro, y donde hay dos ventanas, del otro lado solo hay una. Si me hubiera quedado más tiempo detectando aquellas diferencias, me hubiera convertido en el Loco de San Esteban y hubiera empezado a gritar en español que aquello estaba mal.
            Algunos enloquecen viendo partidos de futbol en la sala de su casa, y yo enloquezco en medio Viena, déjenme vivir.



Una relación fugaz
            Pero justo antes de perder la razón, un joven de un intenso color chocolate con canela (no sé cómo describirlo) y ojos claros me saludó de frente.
-       Hi – mirada fija.
-       He… hello… - titubeos infantiles.
Luego me señaló la banca a la par nuestra y nos sentamos. Se presentó pero olvidé su nombre y me dijo algo sobre mi cabello. Sus ojos nunca dejaron los míos y su sonrisa era devastadoramente hermosa.
La asimétrica mirada de San Esteban no me importó y hablé con él un rato. Buscaba trabajo en Viena y si no lograba encontrar algo estable, volvería a Egipto.
-       ¿Puedo invitarlo a cenar? – mirada cautivadora.
-       No.
Desilusión.
Creo que no creyó lo que escuchó y me hizo repetirlo. Le expliqué que ya tenía planes y que saldría de Austria al día siguiente. Su mirada empezó a saltar de un lado a otro y su sonrisa desapareció.
Incomodidad.
La Catedral probablemente se carcajeó de la asimetría de aquella pareja y siguió luciendo sus ventanas impares con orgullo vienés mientras aquel par de extranjeros pensaban en qué decir a continuación.
Naturalmente, yo estaba mudo. El egipcio volvió a intentarlo y lo volví a rechazar. Propuso una cerveza después de la cena, salir a bailar o incluso solo tomar el postre… Le rechacé todas las invitaciones con mi terca seguridad y el necio tono autoritario que se me sale cuando he tomado una decisión e insisten en cambiármela. Soy incorregible.
Con su dulce voz y un acento agradable me deseó suerte y una linda noche. Me regaló una mirada más y con una sonrisa triste se levantó y se fue. Creo que no tengo corazón.



Matthias
Mi anfitrión llegó algunos segundos después y empezamos a caminar. Me llevó por unos tranquilos atajos de calles adoquinadas que despertaban con el eco de nuestros pasos.
Finalmente tuvimos la ocasión para conversar. Este vienés es fascinante. Su trabajo en los Balcanes es interesantísimo y le llena de emoción. Se nota que ama lo que hace.
Además, se mostró interesado por mi historia y parece que compartimos muchos puntos de vista. Cuando ordené nuestra segunda cerveza grande en alemán y él trajo el postre, ya tocábamos temas al azar que iban desde el futbol a los derechos humanos y nuestras respectivas carreras.
Al regresar a casa ya era hora de despedirse, al día siguiente me iría antes de las 7:00am hacia mi siguiente parada.
Así que también era hora de las fotografías. De las tres personas que viven con Matt, solo conocí a dos. Una es Vivien y la otra es… un maniquí. Pero no le llamen así, Matthias cree fielmente en que ella se viste sola y elige su equipo favorito de futbol por sí misma. Es muy respetuosa, eso sí, dormimos en la misma habitación y me trató de la mejor manera.



Saliendo de Austria
Si Matthias no me despierta, habría perdido mi bus. El despertador del iPod estaba programado pero no activado y ya mi cuerpo pedía descanso. Desperté, me alisté en minutos, casi me tiro al suelo a agradecerle a Matthias por ser tan increíblemente amable y generoso conmigo, me monté la mochila encima y salí.
En el espejo del pasillo les dejé una postal con un mensaje. A Matthias le encantan las postales y supe que sería una linda manera de representar mi gratitud.
Llegué a tiempo a la estación, la señora me regañó por no llevar el tiquete impreso pero aceptó verlo en el iPod y me senté. Aquel bus atravesaría lo que durante la Guerra Fría fue denominada la Cortina de Hierro y me dejaría en un país relativamente nuevo en una tierra muy, muy vieja.


* * * * * * * *

Índice
Enlaces directos a cada capítulo del recorrido:


Capítulo II: Viena, Austria
Capítulo IV: Berlín, Alemania
Capítulo V: Oslo, Noruega
Capítulo VI: ISFiT 2013 – Trondheim, Noruega
Capítulo VII: Neubrandenburg y Hamburgo, Alemania
Capítulo VIII: París, Francia
Capítulo IX: Ámsterdam, Holanda
Capítulo X: Regreso a casa y Conclusiones

The English version will be published at the same time in a separate note. [La versión en inglés será publicada al mismo tiempo en una nota separada.]


No hay comentarios:

Publicar un comentario