martes, 19 de julio de 2011

La magia sigue

Lumos.

La historia de Harry Potter significa tanto para mí y ha hecho tanto por mí desde principios de siglo que no puedo escribir una nota con tono de despedida, entonces digamos que casualmente hoy quise publicar una muy pequeña, personal y enclenque nota sobre Harry Potter.

            Durante diez años Harry y yo hemos crecido y nuestras vidas han cambiado mucho, pero ambos aún estamos cerca de quienes nos aman y cuidan. No sé si ustedes se enamoraron como yo de la historia y se vieron en ella. Yo viví esos siete años completos, soñé con ellos, luché contra mortífagos, salvé a Harry, volé y, de hecho, una vez fui Harry. Hogwarts es, desde hace muchos años, mi escondite favorito, y todavía digo (ahora mentalmente, antes lo decía en serio) "nox" cuando apago una luz y "accio" cuando busco algo...

            Mientras aprendía sobre el mundo de Harry también aprendía sobre el mío. Y tengo la dicha de tener familiares muy parecidos a los personajes del mundo mágico y otros, que por sus logros, son iguales.

Es así como Harry y Tyta son mis mejores amigos, ambos fueron mis más fieles compañeros durante mi solitaria infancia.
Papi y Ron son el amigo que quiero ser.
Mami y Hermione me hablan al mismo tiempo, como gemelas.
Mario, Fred y George me hacen ver las cosas del modo más gracioso posible.
Ginny y Andrey me enseñaron a incorporar a la lista de mis necesidades, las de mis más cercanos.
Dumbledore y abuelo Botto son los dioses de la paciencia.
Molly y abuela Mary (materna) aman con severidad.
Monka es Minerva, a veces Hedwig y algunos días Mrs. Norris
Hagrid es primo de mi abuelo Méndez (paterno)
Sirius me dejó claro que los parentescos no están sujetos a la sangre. Lo comprobé cuando traté de completar mis enormes e indescifrables árboles familiares de decenas de apellidos, nacionalidades y colores.

            Harry Potter definitivamente marcó mi vida y hoy voy a llorar como Myrtle en el cine, por dicha mi Harry y mi Hermione van a ir conmigo, así hay alguien que me detenga cuando quiera tirarme de cabeza en un sanitario…

            Nox.

miércoles, 6 de julio de 2011

Las nalgas de Carolina y el trabajo de Daniel

Este cuento lo escribí para el 13er Concurso de Cuento Corto de 89decibeles.com


“Alors on sort pour oublier tous les problèmes.” – Alors on danse, Stromae

Aún resonaban los insultos del último cliente en su cabeza cuando Daniel sacó las cosas del casillero y abandonó el edificio. Ya llevaba tres años trabajando en un Call Center y recientemente había cumplido dos de haber abandonado la universidad. Por eso, cuando recibió un mensaje texto de Carolina invitándolo a salir, ni siquiera lo dudó y tomó un taxi.

Un baño. Lápiz de ojos, desodorante, cepillo de dientes, crema, colonia, faja, pantalón, camiseta. No, mejor otra camiseta. Y un sostén, dos espejos, lápiz labial, calzones de encaje negro, una enagua y un par de zapatos. No, mejor otro par de zapatos.


El apartamento era probablemente el más frío de San Pedro, Carolina lo usaba para dormir después y antes de trabajar y era, regularmente, donde descargaba su estrés en las caderas de un hombre distinto cada fin de semana. Con excepción de Guillermo, que a veces llegaba los miércoles después de clases.

Un shot de tequila para usted, y dos para mí.

Salieron con la garganta caliente, caminaron algunas cuadras y entraron al primer bar de la noche. La música estaba fortísima y entre calletreces y katyperrys, Daniel empezó a sentirse bien. Carolina se dio cuenta cuando por fin le sacó una carcajada y entonces empezó a bailar más cerca de él.


- ¿Será que hoy le quito lo playo? – gritó. Y lo besó en los labios.
- ¡No, mejor me busca uno!

Cuando salieron del primer bar y entraron al segundo, ya nadie se acordaba de ellos. La música se fundió con sus pensamientos, las cervezas bajaban como agua y Daniel se sentía plenamente satisfecho. Ya no tenía al supervisor en la nuca felicitándolo por su enorme potencial ni a su mamá tratándolo de inútil al frente de sus hermanos.

Fue después del segundo jäger cuando decidieron tomar un taxi para ir a San José. Entraron al bar que más odiaban, pero en el que amanecían todos los domingos.

Un solo salón. Sudor, alcohol, maquillaje corrido, vestidos, pantalones, pastillas y música de colores, pero ninguna camiseta.

La fiesta terminó cuando Carolina desapareció con alguien y dos desconocidos lo llenaron de sudor con el último davidguetta y un “buenos días”.


Anteojos oscuros, gorra y equilibrio. Entró al apartamento de Carolina a las siete de la mañana con un jugo de naranja y dos bollos de pan. Se sentía decaído y más deprimido que doce horas antes. Se asomó a la habitación de su amiga y vio las los pies de un hombre y las nalgas de ella. Típico.

Se acostó a dormir en la sala y ella lo despertó a las tres de la tarde.

- Dani, hoy entra a las cuatro. Apúrese.

Daniel se levantó y en veinte minutos hizo que su malquerido cuerpo abandonara el apartamento y buscara las escaleras. Empezaba una nueva semana que era como todas las demás: tomando llamadas seis días seguidos, durmiendo en la casa de su infancia y soñando con ser odontólogo algún día. Pero sabía que esas escaleras que bajaba lentamente eran las mismas que iba a subir corriendo al final de la semana, lo sabía.