Foto de La fiesta del fauno
Andrey tenía cinco años cuando me fui de la casa para ir al Colegio Humanístico. Cada quince días lo veía más grande y sin darme cuenta ya había entrado a la escuela, tenía amigos, fiestas de cumpleaños y bicicleta.
Cuando terminé el colegio e inicié con la universidad y los trabajos lo vi cada vez menos, así que cuando logramos volver a vivir juntos desde el año pasado decidimos recuperar el tiempo perdido.
Todas las noches que estoy en la casa cuando él se acuesta voy a cobijarlo y desearle una bonita noche; un día él me pidió que me quedara un rato más y le contara un cuento.
Acuéstense y déjenme contarles este:
Había una vez…
El primer libro que se me ocurrió leerle fue Los cuentos de Beedle el bardo de J. K. Rowling. El libro lo tengo en inglés entonces leía una línea en voz baja y se la traducía en alta. Así, el primer cuento de esta historia fue El mago y el caldero saltarín.
Al final de cada cuento, en ese libro, viene una reflexión de Albus Dumbledore entonces, se me ocurrió que nosotros podríamos reflexionar también. Desde esa noche, cada vez que terminamos un cuento hablamos de lo asqueroso, divertido, tenebroso, tonto o profundo que fue y duramos semanas riéndonos de algún chiste.
De ese libro pasé a otros de la biblioteca de mi mamá, cuentos que he recopilado a través de mis años de colegio, más libros de la biblioteca de la casa, Internet y a veces intento inventarme uno o nos contamos un par de recuerdos.
…un niño que no leía…
Aunque a veces lee subtítulos, usa el Internet y estudia para los exámenes, El Peque no es un fanático de la lectura; o al menos no hasta ahora.
Cuando yo tenía su edad, 11, ya había leído algunos libros infantiles y hasta quería hacer mi propia versión de Pantalones Cortos pero este niño es distinto, por supuesto, y está interesado en otro tipo de actividades.
En serio, ¿quién sabe tocar guitarra y batería a los 11 años y tiene como pasatiempo favorito ir a la playa a surfear?
Mi abuela me acusa de “alcahueta” pero no tengo más remedio: si él no quiere leer, yo le leeré. No quiero que se pierda del maravilloso mundo de las letras solo porque su hermano mayor no sabe cómo convencerlo.
Los cuentos nos dan la oportunidad de imaginar la misma historia al mismo tiempo mientras las cobijas calientan y su cuerpo se relaja y nos dejan apartarnos de la cotidianeidad porque siempre hay un personaje nuevo y una o dos sorpresas.
…pero tenía hambre de cuentos…
El Peque espera los cuentos con emoción. A veces solo por estar acompañado justo antes de dormir, otras realmente por escuchar una historia nueva y la mayoría del tiempo por las dos.
Cuando ambos contemos muchas décadas sobre nuestras espaldas y nos encontremos con una coneja vieja o un gato guitarrista vamos a viajar en el tiempo y vamos a sonreír.
Vamos a sonreír…
…y su hermano le contó uno que tuvo que leer…
Hoy, 20 de diciembre, el niño se acostó más tarde de lo normal imposibilitando la sesión literaria. Besito, cobijas, buenos deseos y luz apagada.
Que no me haya quedado con él no quiso decir que no hubiera sorpresas, personajes nuevos o cuento. Me gusta creer que aprendió este tipo de trucos de su hermano mayor pero démosle crédito por su persistencia y creatividad:
…por mensajes de texto.
Peque: Holis
Yo: Jaja, holis.
Peque: Un cuentis
Yo: Jajajajajajaja. Había una vez un pez llamado Mu…
Peque: lol
Yo: Y tenía de amiga a una ardilla, la más rápida escalando árboles. Mu se sentía como un estúpido porque no podía ni correr…
Yo: Entonces la ardilla empezó a burlarse de él y Mu no sabía qué hacer con su vida, así que nadaba de un lado al otro todo el tiempo…
Yo: Un día Mu no quiso ir a jugar con la ardilla y su padre le preguntó qué le pasaba…
Yo: Y Mu le explicó. El papá suspiró y le dijo:
Yo: Todos somos buenos en algo, la ardilla lo es escalando…
Yo: , yo lo soy cazando y usted nadando rápido…
Yo: Nadie podrá nadar tan rápido como usted.
Yo: Así que sonría porque usted es único a su manera, como todos
Yo: Fin :D
Peque: lol =)
Un éxito. La minúscula historia de Mu notablemente inspirada en la famosa frase de Albert Einstein sobre los peces que no pueden escalar árboles se convirtió en el primer cuento de mi autoría que El Peque leyó y que jamás haya contado por mensaje de texto.
Él feliz por lograr convencerme, yo feliz por lograr hacer que lo leyera y hasta Mu fue feliz porque su historia fue contada…
La travesía de Mu por nuestros celulares es cómica e inspiradora, espero, pero lo que realmente quiero resaltar con esta historia es la importancia de la literatura y el tiempo que se comparte con los seres queridos. Por dicha, yo disfruto de los dos en un comodísimo combo.
Lean porque las palabras dentro de un libro no están para verse aburridas. En ellas hay historias que los puede llevar lejos de casa, hay descripciones que les puede hacer ver con detalle cómo luce una aldea en medio de los bosques centroafricanos e incluso estimular el subconsciente y regalarles sueños increíbles.
Los cuentos enseñan siempre algo, a veces ya lo sabemos pero lo hemos olvidado o ignorábamos su importancia. Les prometo que leer no será nunca una pérdida de tiempo y un cuento ni tiempo toma en ser leído.
Compartan. Un cuento me enseñó una vez (mentira, me lo enseñó mi mejor amigo pero en el contexto suena mucho mejor así) que el tiempo va tan rápido que cada segundo que vivimos ya pasó. Cuando uno piensa en lo que está viviendo ya han pasado muchos segundos desde que empezó a pensarlo… así que es mejor aprovechar y compartir ese resbaladizo tiempo con los que nos importa de las maneras que más nos guste.
Fin