El origen
No sé cuál es el origen de mi miedo a los payasos. Quizá tuve alguna experiencia realmente traumática con alguno o fue una simple imposición social. Quizá representan todas las características que odio del ser humano, o quizá me parezca demasiado estúpido. No lo sé. Veamos.
Jardín de niños Flora Chacón
1995
Para la fiesta del Día del Niño, las maestras del kínder nos pidieron disfrazarnos de algo. Bien, hubo piratas, princesas y conejos, pero yo fui de payaso. Aún no les temía tanto. Mami, maestra también, tenía que ir a recibir a sus alumnos disfrazados de otras cosas a su escuela y entonces me dijo que le dijera a la maestra que me ayudara con el maquillaje.
Todos sabemos que el grado de inseguridad de este pequeño de cinco años era gigantesco y no iba a pedirle nada a la maestra si no era de vida o muerte.
Cuando me bajé de la buseta con los demás compañeros, y llegué al aula, una compañera dijo: “¡Qué miedo, un payaso!” No recuerdo cuál fue mi reacción, pero digamos que quedé congelado en la puerta viendo como me convertía en un monstruo al frente de todos.
Fiesta de navidad de Xerox
En alguna navidad entre 1997 – 1999
La fiesta se hizo en algún parque infantil del Gran Área Metropolitana. Todos los hijos de los empleados fuimos invitados. Comimos pastel, dulces, tomamos refrescos, jugamos en las casas de los árboles y en los play-grounds de Fisher Price. En algún momento de la fiesta llegó una muchacha. Era gigantesca y nos llamó a todos a sentarnos con ella a la par de un árbol.
Cuando nos dijo que era un payaso, abrí mis ojos tanto que casi pierdo uno. Sacó como 300kg de maquillaje, una peluca, un montón de adornos y un espejo. No creo que todos estuviéramos en silencio, pero yo sólo recuerdo el sonido del roce de las brochas en su cara y mi respiración. La muchacha algo decía mientras se transformaba en una come-niños y cuando terminó fue el final de nuestra relación.
Ya no pertenecíamos al mismo bando, definitivamente era de los malos.
Escuela Vitalia Madrigal Araya
2000
La Gallito llevó un espectáculo a la escuela. Fue un fracaso: no regalaron confites. Pero sí llevaron payasos, por alguna razón seguían siendo un éxito entre los adultos, no tanto entre los niños, y no recuerdo ni qué estábamos celebrando.
¿Será que no hay atuendo más feo que el de los payasos y por eso les rechazo inmediatamente? Puede ser, pero cuando tenía once años aún no había comprado mi primera Vogue ni solía fijarme en eso.
Tres payasos bailaron en el escenario con sus bocas gigantescas y pelucas que en cualquier momento salían volando y mataban a tres niños de la primera fila. Cuando bajaron a correr entre los asientos me volví transparente. Quizá solo fue muy blanco, pero yo sentí que había desaparecido y me encontraba bien oculto en un mundo secreto. Por dicha, tenía unos ocho compañeros a la derecha y otros ocho a la izquierda y los payasos no pudieron comerme, pero aún puedo revivir la tensión.
Parque Central de Heredia
2005
Cuando uno tiene 15 y 16 años, cree que ha crecido y madurado lo suficiente como para no huir corriendo de un payaso estúpido. Agárrense: no es cierto.
El Parque de Heredia es muy conocido por la multitud de come-niños que todos los días inflan globos imposibles y conviven con las palomas. Un día caminaba con el Klan (mi icónico grupo de amigos del Humanístico) por ahí, todos uniformados. O sea, con una camiseta roja que podía distinguirse desde el Parque Central de Cartago. Alguno de ellos me dijo, quizá con la mirada, que un payaso estaba atrás mío y corrí.
¿Que si pensé en algo antes de correr? No. Nada más corrí. Daniela venía atrás mío riéndose como si aquello hubiera sido una clase con Mr. Beard (el profesor de inglés) y Andrea, tratando de ocultar su vergüenza ajena, caminó en otra dirección. Por favor, todos usábamos la misma camiseta, Andre, usted nada más nos expuso más.
El payaso dijo algunas cosas que consideró graciosas pero que yo consideré denunciables. Los payasos deberían ser expulsados de nuestro país.
Heredia
2006
Ya había empezado la época lluviosa en el Valle Central. Daniela y yo íbamos hablando de cualquier cosa debajo de una mini-sombrilla detrás de un grupo de estudiantes del Colegio María Auxiliadora.
El aguacero de ese día tenía demasiadas ganas de terminar y desbordó aproximadamente cinco baldes de agua por segundo, no podíamos ver el otro lado de la calle. Cuando cruzábamos una calle secundaria un pito sonó a 3m de distancia y me hizo detenerme en seco. Un segundo después un auto frenó contra mi cadera.
Creo que ni siquiera Catalina La Grande se había insultado de tal manera en toda su vida. Cuando mi cuello se torció peligrosamente hacia el conductor para regalarle mi cara de pre-asesinato, y Daniela empezaba a disculparse con el mundo, me oriné un poquito. Quizá pueda agregar: “, literalmente”, pero por cuestiones de imagen, recordemos que mi pantalón iba mojado completamente por el aguacero.
Un payaso. Sí, un payaso sonreía desde el volante y se quedó completamente quieto y sostuvo mi mirada por mil trescientos veinte años esperando que yo muriera, desapareciera o me metiera en su saco de atrapar niños para comerme más tarde con sus compañeros.
Ni siquiera sé qué pasó después.
Facebook
2011
Las narices de payaso parecen ser el accesorio de la temporada y ya he visto más de cinco fotografías con gente usando una. Por favor, si quieren comerme sólo tiene que ofrecerme un pedazo de Pastel Milhojas o un tazón de Arroz con leche, si me dejan comerme el postre, me dejaré comer feliz. Pero no recurran al viejo truco del payaso porque los acuso con mi mamá. Dije.