Sobre el abuso, el silencio y la vergüenza




El 9 de octubre del 2010 escribí  Sobre el suicidio, la sexualidad y la culpa en un intento desesperado por hacer que los lectores abrieran los ojos y salvaran vidas; no se me ocurrió otra manera de ayudar ante los duros acontecimientos.
            Hoy, otra vez, intento resolver los problemas del mundo con un par de párrafos más y vuelvo a contar pedazos de mi historia. Supongo, entonces, que esta sería la segunda de parte de aquella nota que, para muchos, me “sacó de clóset”.


Sobre el abuso, el silencio y la vergüenza



Sobre el tema


10 años: Después del recreo volvimos al aula. Yo me sentaba al frente. Abrí mi bolso y encontré un papel, lo abrí y antes de leer su contenido ya todos se reían a carcajadas. Lo guardé tratando de ignorarlos y la clase continuó.
Mis papás no vieron el papel, no se los mostré.
13 años: Manuel me empujó contra la pared en el recreo, me gritó un par de insultos en la cara y alzó el puño, los demás solo miraban. Yo esperaba que por fin me golpeara para verme obligado a contarle a alguien todo lo que ya me había hecho.
No me golpeó, no lo acusé.
22 años: Mi compañía dijo algo que me hizo sonreír, pero mi sonrisa duró cuatro segundos: dos guardas nos pidieron salir del bar. Entre la sorpresa y el miedo, caminé hacia la mesa donde estaban mis amigos para tomar mi bulto, pero el guarda me tomó del brazo y repitió: ¡Afuera!
Ni la mención de los famosos Derechos Humanos de mi colega o las exigencias de mi mejor amigo arreglaron nada: todos afuera, porque están haciendo algo indebido.
12 días después aún me tomo el tiempo para animarme a publicar esto.
Sobre el abuso
Aquellos interminables años de escuela y colegio me sirvieron de mucho pero no los recuerdo con especial cariño.
Mi agresor en el colegio era igual de flaco y bajo que yo, pero llevaba tanta ira adentro que cuando se me acercaba yo lo veía diez veces más grande y fuerte. Nunca me dio la paliza que tanto me advirtió, solo recibí empujones, bromas pesadas y humillaciones de todo tipo.
Mis compañeros en la escuela amaban el ataque en grupo. A la salida, mientras toda la escuela era un escándalo y todos nos repartíamos entre buses, era más fácil esquivarlos y huir, pero en los recreos solo me quedaba irme a caminar a otros pisos con mi mejor amigo.
Además de eso he tenido que soportar a taxistas que se niegan a llevarme, profesores que no me ven a la cara y los famosos insultos callejeros de todos los días.
Esto lo escribe, en pleno 2011, un joven que nació y creció en una ciudad del mundo occidental. No es que fui enviado a prisión u obligado a trabajo forzado como Oscar Wilde a finales del siglo XIX, no fui ahorcado comoMahmoud Asgari en Irán ni enviado al exilio como miles de cubanos por “su condición” durante tantos años, pero igual he sido víctima de este incómodo estilo de vida de no dejar vivir en paz a los demás por sus diferencias genéticas.
Si usted nació latino, mujer, negro, homosexual, enano, gordo, flaco, muy alto, con Síndrome de Down, con dificultades para hablar, oír o ver… Acostúmbrese a ser maltratado o a pelear por no serlo.
¿Cuáles son los principios sobre los que se construyeron las civilizaciones occidentales de nuestros tiempos? ¿Amor al prójimo? ¿Liberté, égalité, fraternité?
Ok.
Oscar Wilde y Alfred Douglas. El padre de Alfred envió a Oscar a la cárcel por sodomía y grave indecencia.
Sobre el silencio
Tuve la suerte de ser un niño aplicado, nunca tuvieron que pedirme que hiciera tarea o estudiara para un examen porque cuando lo recordaban yo ya lo había hecho, así logré mantener mis cuadernos y libros lejos de mis padres.
Los de Manuel eran los días del nuevo colegio. Una vez mi papá llegó temprano a casa y nos preguntó sobre nuestro día.
- Bien, pa, bien…
Y fui a mi habitación a esconderme en juegos infantiles.
La verdad es que había sido un calvario: Manuel me pidió que lo tocara al frente de todos (“porque todos saben que usted quiere”), esperó a que rieran su chiste y me advirtió, casi dándome un beso, que al día siguiente nos íbamos a ver. Ahora que lo veo bien, él era mi vida social a los 13 años.
Cuando llegué al Colegio Humanístico las cosas cambiaron mucho. Tuve tres relaciones turbulentas, dije mentiras para ocultar mis verdaderas parejas y engañé a una muchacha por más de año y medio. Todo por miedo a mí mismo, a ser juzgado, señalado y apartado. Luego pagué por lo que le hice a ella (lo cual me parece justo) y más por el escandaloso, inmoral y descabellado acto de haber sido pareja de otro estudiante.
Ni una palabra en casa o a mis mejores amigos. Al menos no mías, algunas personas se tomaron la libertad de ahorrarme eso y lo hicieron ellos mismos.
Hoy rompo el silencio. Sí fui acosado durante la escuela, sí fui acosado durante el colegio, sí he sido desplazado y rechazado en las universidades, trabajos y en la calle, y sí me empujaron fuera de un bar por hacer algo indebido: ser homosexual.
Mahmoud Asgari, 16, y Ayaz Marhoni, 18, fueron ahorcados en Irán por ser homosexuales.
Sobre la vergüenza
Me avergüenza mi silencio.
No sobre mi sexualidad porque a nadie le debo explicaciones de cómo nací; me avergüenza mi largo silencio sobre el maldito maltrato y todo lo que hice para protegerlo.
Los Marqo Adrianes de 10 años eran muy capaces de decirle a sus padres o maestras lo que les hacían en la escuela. Podían decirles lo mal que se sentían y que sabían que, de alguna manera, aquello no estaba bien.
Los de 13 años pudieron decirle a sus hermanos mayores que un desconocido los atacaba todos los días. Pudieron preguntarle a los matones cómo sabían tanto de ellos si nunca se habían hablado, por qué tanto odio y por qué no se atrevían a pegarles.
Los de 16 pudieron decirle a sus novias que aunque las querían muchísimo y se sentía bien con ellas, realmente deseaban estar con “el otro”.
Pero tuvieron vergüenza de ellos mismos y lo callaron. Tuvieron pena de haber nacido y soñaban con despertar, al fin, arreglados.
Su sueño nunca se cumplió. Eso le pasa a quienes sueñan con lo imposible.
McDonald’s saca al aire en Francia un anuncio que invita a las personas a “ir como son”. En Estados Unidos este anuncio fue retirado.
Sobre el de 22 años
Yo sigo dándome vergüenza.
Cuando salí del bar, bloqueé el asunto. Mi mejor amigo, furioso, me dijo que no entendía cómo yo no estaba enojado y mi colega lloró por mí. Tuve unos 15 cambios emocionales en dos minutos y al final sostuve una sonrisa.
Entre el miedo, la vergüenza y la costumbre no supe muy bien qué hacer, aquello había sido tan humillante como mis más fríos recuerdos de la escuela y el colegio.
Más humillante, de hecho, porque estaba frente a personas que me conocían bien y yo volvía a ponerme la máscara del silencio esperando que no se dieran cuenta.
¿Voy a seguir soportando y callando?
Un niño de 14 años defiende, ante el Consejo Escolar, a un profesor que fue suspendido por sacar de su salón de clase a varios estudiantes que proferían insultos homofóbicos.
Sobre el “¿Y ahora qué?”
Esta es la segunda década del tercer milenio según el calendario gregoriano. Ya sabemos que la homosexualidad no es una enfermedad mental, que hay planetas orbitando dos soles al mismo tiempo, que millones de personas en el Cuerno de África se mueren de hambre y que cientos mueren asesinados diariamente en todo el mundo... La humanidad ha desarrollado demasiado conocimiento y tiene demasiados problemas por resolver como para seguir enfrentándonos por este tipo de cosas.
Mis manos pueden tomar otras manos, mis labios besar otros labios y mis ojos mirarse en otros ojos sin que importe lo que los demás estén haciendo.
Dos mujeres deberían poder vivir juntas y protegerse mutuamente con un seguro médico y construir su futuro con un crédito familiar.
Dos hombres pueden ayudarse a comprar zapatos, compartir su comida en cualquier parte y disfrutar del día.
Un niño o adolescente abusado o maltratado debe sentirse seguro de buscar ayuda y evitar daños mayores.
Y los adultos debemos denunciar los maltratos y buscar soluciones a problemas tan insólitos, trabajar para que las nuevas generaciones crezcan en ambientes seguros y que nadie los humille.
¿Qué puede pasar con un mundo en el que estas cosas tienen que ser escritas?
¿Quiénes somos y qué queremos? ¿Qué pasó con el bíblico amor al prójimo o con las revolucionarias ideas de la libertad, la igualdad y la fraternidad? 



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1. En el 2005, Zapatero dice ante el Congreso de los Diputados, cuando se refiere a la aprobación del matrimonio gay en España: “… a la vez estamos construyendo un país más decente. Porque una sociedad decente es aquella que no humilla a sus miembros.”
2. Un diputado defendiendo la ley del matrimonio entre personas del mismo sexo en Argentina se refiere a su vida como padre de un homosexual.